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¿Qué es el cristianismo? Objetivo : Ayudar a los Conquistadores a entender y experimentar lo que es el cristianismo y a descubrir como es Dios en realidad, conduciéndolos al descubrimiento de su valor personal en el Señor.
Método para Enseñar :
Pedir a la clase que se imaginen que han ido de viaje al Medio Oriente. Mientras visitan unas antiguas ruinas descubren una inscripción en una piedra en la base de un gran monumento. La inscripción menciona una nueva religión. Que la clase escriba un informe sobre su descubrimiento.
Reproduzca para el grupo "La Inscripción de Colosas" o que lean Colosenses 1 : 15-23 en una Versión Popular. Pida entonces que escriban sus observaciones y conclusiones.
Para añadir interés a la clase, usted pude escribir un código fácil de "La Inscripción de Colosas" y que los Pioneros descifren el pasaje y luego discutan y escriban sus observaciones.
"Cristo es la imagen visible de Dios, que es invisible; es su Hijo primero, anterior a todo lo creado. Por medio de él, Dios creo todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio, autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él. Cristo existe antes que todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden. Además, Cristo es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él, que es el principio, fue el primero en resucitar, para tener así el primer puesto en todo. Pues Dios quiso habitar plenamente en Cristo, y por medio de Cristo quiso poner en paz consigo al universo entero, tanto lo que está en la tierra como lo que está en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz. Ustedes antes eran extranjeros y enemigos de Dios en sus corazones, por las cosas malas que hacían, pero ahora Dios los ha puesto en paz con él, mediante la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo humano. Y lo hizo para tenerlos a ustedes en su presencia, consagrados a él, sin mancha y sin culpa.
Pero para esto deben permanecer firmemente basados en la fe, sin apartarse de la esperanza que tienen por el mensaje de salvación que oyeron. Este es el mensaje que se ha anunciado en todas partes del mundo, y que yo, Pablo, ayudo a predicar" (Colosenses 1:15-23).
Humpty Dumpty por Vic Pentz
En la pared Humpty Dumpty se sentó, y al piso Humpty Dumpty se cayó. Y todos los caballos y siervos del rey no pudieron armar a Humpty Dumpty otra vez.
Pronto el rey se enteró de lo que le había sucedido a Humpty Dumpty. Estaba tremendamente preocupado, así que dejando a un lado su atavío real, y disfrazado como un aldeano común, el rey pasó inadvertidamente por las majestuosas puertas de su palacio a enfrentar la vida tosca y desordenada de las calles bajas de su reino.
El rey ambuló por calles y callejones apartados en busca de Humpty. Después de varios días y noches de búsqueda, el persistente monarca lo encontró. El cuerpo destrozado de Humpty estaba esparcido entre los vidrios rotos y las latas vacías de cerveza de un callejón olvidado. Aunque se sentía débil después de haberlo buscado tanto, el rey se regocijó al encontrar a Humpty. Corrió a su lado y le dijo, "¡Humpty, soy tu rey! Tengo mayor poder que mis caballos y siervos que fracasaron al tratar de armarte otra vez. Puedes estar tranquilo, porque estoy aquí para ayudarte".
"Déjame quieto", rezongó la boca de Humpty, "me he acostumbrado a este nuevo estilo de vida, y casi puedo decir que me gusta".
"Pero...", fue todo lo que el rey pudo decir antes de que la boca de Humpty continuara diciendo: "Te digo que estoy bien. Me gusta aquí. Mira ese latón de basura que está allá y como el sol brilla a través de los vidrios rotos. Este debe ser el jardín más hermoso del mundo".
El rey trató una vez más. "Te aseguro que mi reino tiene mucho más que ofrecerte que este olvidado callejón. Tengo lindas y verdes montañas, mares con un sereno oleaje y ciudades extraordinarias". Pero Humpty no quería saber nada de esto, así que el rey volvió a su palacio muy triste.
Una semana más tarde, uno de los ojos de Humpty miró hacia arriba y se encontró con el rostro del preocupado rey que contemplaba los pedazos esparcidos de su cuerpo.
"He venido a ayudarte, Humpty", dijo el rey con firmeza.
"Vete y déjame solo", contestó Humpty. He visto a mi psiquiatra y me asegura que estoy haciendo muy bien al aceptar el medio ambiente en que me encuentro. Enfréntate a la realidad. Los hombres tienen que enfrentarse a la vida tal y como sea. Soy un realista".
"Pero no preferirías caminar?" preguntó el rey.
"Oye", contestó la boca de Humpty, " una vez que me pare y empiece a caminar tengo que mantenerme en pie y continuar caminando. A estas alturas de mi vida no estoy listo para hacer un compromiso de tal magnitud. Así que si me das permiso, por favor muévete, que me tapas el sol".
De mala gana el rey se dio vuelta y caminó una vez más por las calles apartadas de su reino.
Pasó un año antes de que el rey se animara a regresar donde yacía Humpty.
Pero una mañana muy hermosa y brillante, uno de los oídos de Humpty se erguió al escuchar los pasos largos, seguros y firmes del rey. Ahora sí estaba listo. El ojo de Humpty dirigió su mirada hacia la figura esbelta que se acercaba, mientras su boca lograba pronunciar las palabras, "¡Mi rey!".
Inmediatamente el rey cayó de rodillas sobre el pavimento cubierto de vidrios. Sus manos fuertes, amorosas y suaves comenzaron a unir los fragmentos del cuerpo de Humpty. Después de un tiempo y habiendo completado su trabajo, el rey se puso en pie mientras levantaba el cuerpo fuerte y vigoroso de un joven.
Los dos caminaron por todo el reino. Juntos subieron a la cima de las bellas montañas. Juntos corrieron a lo largo de las playas desiertas. Juntos rieron y juntos bromearon mientras atravesaban las esplendorosas ciudades que componían el dominio del rey. Y siguieron juntos para siempre. La anchura, la profundidad y la amplitud de esa amistad no tenía fin.
En cierta ocasión mientras caminaban por una de las aceras de una ciudad del rey, Humpty escuchó un comentario que hizo que su corazón saltara con doble sentimiento por el gozo que experimentaba en su nueva vida, y por el recuerdo amargo de lo sucedido en el callejón olvidado.
Alguien preguntó: "¿Quiénes son esos dos hombres?" Y otra persona contestó: " El que camina al lado izquierdo es Humpty Dumpty. No sé quién camina a su lado, pero ciertamente parecen hermanos".
(Humpty Dumpty es el personaje principal de una alegoría infantil muy conocida en los Estados Unidos de Norteamérica.)
Discutan las siguientes preguntas:
DIOS SENTENCIADO
Al fin del tiempo billones de personas estaban esparcidas en una gran planicie ante el trono de Dios. Algunos de los grupos cerca del frente hablaban acaloradamente, sin pena ni vergüenza, sino en tono beligerante.
"¿Cómo se atreve Dios a juzgarnos? ¿Qué sabe él lo que es sufrimiento?" preguntaba en tono de burla una señora. Luego se subió la manga para mostrar un número tatuado en la piel de un campamento nazi de concentración. "¡Nosotros sufrimos terror, golpes, torturas, muerte!"
En otro grupo, un hombre de la raza negra se bajó el cuello. "¿Y qué en cuanto a esto?" demandaba, mostrando las horribles huellas de una soga. " ¡Linchado por el único delito de ser negro! Nosotros éramos sofocados en barcos negreros, separados de nuestros amados, torturados hasta que llegaba la muerte para darnos alivio".
Esparcidos en la enorme planicie había cientos de estos grupos. Cada uno tenía una queja contra Dios por el mal y el sufrimiento que había permitido en el mundo. ¡Dichoso Dios que vivía en el cielo, donde todo es dulzura y donde no hay lágrimas, ni temores, ni hambre, ni odios! Ciertamente, ¿Qué sabía Dios de lo que la humanidad había tenido que sufrir en este mundo?
"Después de todo", decían, "Dios llevaba una existencia considerablemente protegida". Así que cada grupo nombró un representante, escogido por haber sido el que más sufrimientos soportara. Había un judío, un representante de la raza negra, un intocable de la India, un hijo ilegítimo, una víctima de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y un representante de un campo de concentración de Siberia. En el centro de la planicie consultaron entre sí. Por fin estaban listos para presentar su caso. Sería bastante sencillo: Antes de que Dios fuera calificado para servir de juez, debía soportar lo que ellos habían soportado. Estaban decididos a que "Dios fuera sentenciado a vivir en la tierra, como un hombre!"
Pero, debido a su condición de Dios, ellos establecieron ciertas salvaguardias para estar seguros de que él no usaría ninguno de sus poderes divinos para ayudarse a sí mismo.
A medida que cada representante anunciaba su parte de la sentencia, se escuchaban gritos de aprobación que salían de las gargantas de la muchedumbre. Cuando el último terminó de dictar su sentencia, la multitud se sintió sobrecogida por un profundo silencio. Nadie se atrevió a pronunciar una sola palabra. Nadie se movió. Porque, de repente, todos se dieron cuenta de que ya Dios había cumplido su sentencia.
Métodos para Enseñar B
PARÁBOLA DE LA CIUDAD DISTANTE, de Morris Venden.
Entré en el ascensor del edificio Empire State de la ciudad de Nueva York, en dirección al piso más alto del edificio para disfrutar la magnífica vista que desde allí se domina. En el piso 66, el elevador se detuvo y se abrió la puerta. Hasta ese momento estaba solo. Cuando la puerta se abrió en ese piso, entró alguien que yo reconocí como el hombre más rico del mundo (estaba vestido de amarillo). Yo no se cuánto saben ustedes de este hombre, pero sus riquezas se calculan en miles de millones de dólares y cuando él entró y se paró a mi lado, el corazón me empezó a latir con fuerza. Seguimos juntos hasta lo más alto del edificio, y como yo lo miraba con atención, él me pregunto: "¿Sabe quién soy?" Me quedé sin habla, y sólo pude decir: "Bueno, no estoy seguro". En ese momento llegamos al piso más alto, y al abrirse la puerta, me eché a un lado para dejar salir primero al millonario.
Fuimos hacia los ventanales de ese piso para mirar hacia abajo, hacia las calles. Parecía que había una distancia como de unos 10.000 kilómetros hacia abajo, y mientras yo seguía mirando, el millonario se volvió hacia mí diciendo: "Tengo una proposición que hacerle. Quiero regalarle un millón de dólares" ($ 400.000.000). Bueno, si alguien puede regalar un millón de dólares es ese hombre. El no era tan rico como J. D. Rockefeller, pero cuando murió, tenía una fortuna de unos dos billones de dólares. De paso, ¿saben cuánto tiempo requeriría ahorrar la cantidad de dinero que tiene Rockefeller? Si yo depositara en un banco US$1.000 ($ 400.000) todos los años, necesitaría dos millones de años para llegar a esa cantidad, ¡y eso es demasiado tiempo!
Quizás se interesen también en este detalle de información. Uno de esos sheiks (jefes) que viven en Arabia Saudita y que tiene negocios de petróleo, gana hasta dos billones de dólares cada 30 días!
Bueno, yo seguía allí en lo alto del edificio mirando para abajo. Me gustó la idea de tener un millón de dólares, ya que había estado deseando comprarme un auto nuevo, quizás uno de esos Mazdas, o quizás un Toyota y mientras pensaba en el millón de dólares y me imaginaba a Susi al volante, le dije al millonario: "¡Ah, si! ¡Me interesa!" Y él me contestó : "Sin embargo, hay dos condiciones. La primera es que tendrás que gastar ese millón de dólares en el lapso de un año".
Bueno, hubiera preferido poder gastarlo en un período de tiempo más largo, pero si esa era la condición, la aceptaría.
El añadió : "No importa en qué lo gaste, puede comprar todo lo que quiera, e ir dondequiera. Sin trabas ni regulaciones. Puede viajar. Comprar embarcaciones y aviones, cualquier cosa. PERO TIENE QUE GASTARLO TODO EN UN AÑO". Y añadió: "Al final del año (la otra condición) se encontrará conmigo aquí en este mismo lugar y tendrá que saltar desde este lugar hacia la calle allá abajo".
Empecé a pensar lo que haría con el millón de dólares. Podría irme a un lugar tan lejos que él nunca me pudiera encontrar, pero él me aseguró que no había escapatoria. Yo moriría al final del año.
No tuve que pensar mucho, me volví hacia el millonario y le dije: "Usted esta loco". Me di vuelta, entré en el ascensor y empecé a bajar el edificio. Cuando llegué al piso 77, el ascensor se detuvo. Yo seguía pensando en la proposición del millonario. NADIE SERIA TAN ESTÚPIDO PARA ACEPTAR SEMEJANTE PROPOSICIÓN DE VIVIR SOLO UN AÑO MÁS, CUANDO PODRÍA SEGUIR VIVIENDO FELIZ MUCHOS AÑOS MÁS CON UN SUELDO PROMEDIO. CUALQUIERA QUE ACEPTARA ESTA PROPOSICIÓN SERÍA UN ESTÚPIDO, ¿NO ES CIERTO?
Mientras seguía bajando el ascensor, no podía pensar en nadie que en sus cabales aceptara una oferta tal. Bueno, como dije, llegué al piso 77, la puerta se abrió, y entró un hombre vestido de blanco. Tenia los ojos más penetrantes que yo había visto jamás. La expresión de su rostro era muy amistosa, y al seguir bajando hasta el primer piso, este personaje empezó a contarme acerca de una fantástica ciudad. Yo nunca había oído hablar de una ciudad semejante. Era tan grande que tenia el tamaño de toda Nueva Zelandia. Tenía un río maravilloso, con un enorme árbol que se extendía a lo largo de todo el río, con un tronco a cada lado del mismo; tenia calles que parecían de oro. LO MAS MARAVILLOSO DE ESA CIUDAD ES QUE EN ELLA NO SE VIVÍA UNOS SETENTA AÑOS, SINO QUE SE VIVÍA PARA SIEMPRE.
Al seguir en el ascensor, llegamos al piso 66 de nuevo, se abrió la puerta y entró un hombre vestido de negro. Usaba un gran sombrero que parecía ocultar algo debajo, y sus ojos eran muy brillantes. Se paró en la esquina del ascensor mientras seguimos bajando y escuchaba la descripción de esa hermosísima ciudad. Precisamente antes de llegar abajo, le dije al hombre vestido de blanco: "¿A qué distancia queda esa ciudad?" Y el me dijo: "A unos 105 trillones de kilómetros". "¿105 trillones de kilómetros?" "Si". Luego añadió: "¿Te gustaría ir?" Y yo le contesté : "Tengo que pensarlo".
Llegamos al fin al primer piso y el hombre parado en la esquina del ascensor se me acercó y me dijo: "Yo también puedo contarte de una fabulosa ciudad. Una ciudad fantástica, con una iluminación jamás vista. Sólo viéndola podrás creerlo. ¡Y donde la gente se divierte verdaderamente!" Yo le pregunté cómo se llamaba la ciudad, y él me contestó : "Las Vegas". Yo le volví a preguntar: "¡A qué distancia se encuentra?" "A cuatro horas", me contestó." ¿Te gustaría ir?" Yo le contesté que si.
Así que el tipo me acompañó al aeropuerto a tomar el avión y salimos para Las Vegas. ¡Cómo me iba a divertir! Pero después de una o dos semanas empecé a pensar que hay muchas cosas que son divertidas mientras duran, pero no son eternas. Ese es el problema. Cuando oigo a personas que dicen con cara larga que "no hay diversiones en este mundo", eso me hace pensar. ¡No seamos tontos de pensar que en el mundo no hay diversiones! Las hay y en abundancia .
Pero nunca he conocido a nadie que no admita que las diversiones existen mientras duran, y luego se acaba todo. ¿No es cierto? Yo lo he descubierto, eso es todo lo que significa Las Vegas. Por todas partes hay quienes están tratando de olvidar que las diversiones de ayer se acabaron. Tratando de olvidar que las diversiones de ayer ya no existen. Y por si acaso no hay diversiones mañana ... ¡mejor aprovechar las de hoy!.
Un día iba pasando por un local de venta de autos en Las Vegas y descubrí para mi sorpresa, que podía comprar el último modelo de auto deportivo de Toyota con un dólar de adelanto y un dólar a la semana. Así que no tardé mucho en encontrarme detrás del volante de uno de estos autos. Anduve quemando las calles de Las Vegas por algunos días, y al paso del tiempo, todo empezó a tornarse aburrido. Entonces decidí : "Me voy de esta ciudad; me voy a buscar un lugar mejor". Así dejé la ciudad con todas sus luces y salí a la carretera. Llegué a las afueras de la ciudad y un aviso me llamó la atención : ¡Efectivamente! el letrero anunciaba la ciudad distante que me habían dicho que estaba a unos 105 trillones de kilómetros de distancia. Me dije: "Allí es donde quiero ir. Me voy para allá aunque sea el último lugar donde quiera ir". Apreté el acelerador y corrí por la carretera y pronto descubrí que era como viajar por una carretera de una sola vía y yo iba contra el tránsito. La mayor parte del tránsito era en dirección contraria a la mía, hacia Las Vegas. Era una hermosa carretera, con cuatro vías sin divisiones en el centro, pero la mayor parte de los vehículos venían por mi vía y yo tenía que ir por la misma orilla. Traté de ir a la velocidad máxima cuando pasaba por el desierto, pero en esa parte del camino no podía ir por encima de los 10 kilómetros por hora. ¡PERO A NADIE SE LE OCURRIRÍA VIAJAR 105 TRILLONES DE KILÓMETROS A ESA VELOCIDAD!
Empecé a sentirme desanimado, y para colmo, al doblar una curva me percaté que se me acercaba un enorme camión cargado de heno. Venía por mi misma vía, el chofer me vio y deliberadamente dirigió el camión en dirección mía. No me gusto la idea de chocar con ese enorme camión, así que me desvié hacia la cuneta al lado de la carretera, JUSTAMENTE A TIEMPO, MIENTRAS EL CAMIÓN ME CRUZO A TODA VELOCIDAD, DEJANDO SOLAMENTE UNOS POCOS GOLPES EN MI NUEVO TOYOTA. Me senté en el camino, preguntándome qué debía hacer. "Tengo que llegar allá. En ese lugar de donde vengo y hacia donde todos se dirigen, NO HAY NADA!"
Así que entré de nuevo cuidadosamente en la carretera y seguí mi camino. Por varios días no pude ir a más de 10 kilómetros por hora. Esos enormes camiones constante y deliberadamente seguían tratando de aniquilarme y me forzaban a salirme del camino. Me di cuenta que debía haber una enorme flota de estos enormes camiones, todas empeñados en mi destrucción. Cierto día me encontraba descansando en la cuneta, después de haber sido perseguido de nuevo por uno de esos enormes transportes, cuando sentí un golpecito en la ventanilla, la abrí y ¡a que no adivinan quién era! El personaje vestido de blanco que había conocido en el edificio Empire State. El me preguntó : ¿Quieres que maneje en tu lugar? "Bueno", le contesté, "estoy seguro que me estoy haciendo un lío con todo esto". El me aseguró : "Yo conozco esta carretera". " ¿Si?", le respondí. Le abrí, me corrí en el asiento y lo dejé en el asiento del chofer. El cogió el volante, apretó el acelerador y salimos.
El tenía las mangas de la camisa enrolladas, y no podía dejar de mirar sus brazos musculosos, así que le pregunte: "¿Qué trabajo ha estado haciendo usted en toda su vida?" Me contestó : "He trabajado en un taller de carpintería". Con eso, sacó el carro de la orilla y lo dirigió a la pista de afuera y muy pronto estábamos viajando a 100 kilómetros por hora. Las condiciones eran exactamente las mismas de antes, yendo contra el tráfico, pero en esta ocasión, los Cadillacs, los Mustangs, los Fords, los autobuses, y hasta los pequeños V. W. trataban de empujarnos fuera de nuestra vía.
A cien kilómetros por hora en camino a la ciudad distante. ¡Apenas podía creerlo! Empecé a sentir valor de nuevo. Así pasaron varios días y entonces, en cierta ocasión, al doblar una curva, de nuevo venía uno de esos enormes camiones cargado. No me atraía la idea de seguir a 100 kilómetros por hora en dirección al camión, así que al acercarnos más, salté de pronto de mi asiento y cogí el volante, y cuando lo hice, mi amigo lo soltó inmediatamente. ¡Ahora yo estaba al mando de nuevo! Antes de chocar con el camión, le di toda la vuelta al volante y caímos en la cuneta arrastrándonos, a 100 kilómetros por hora. Caerse en una cuneta a 100 kilómetros por hora no es nada envidiable. Había piedras, polvo y suciedad por doquiera. El auto se volcó. Nos golpeamos contra el terraplén. El tapabarros quedó destrozado y mientras el polvo seguía cayendo, mi amigo me dio una palmadita en la espalda y me dijo : "¿QUIERES QUE YO SIGA MANEJANDO?" Yo le contesté: "Bueno yo no se si vas a poder manejar esta cosa con los tapabarros abollados como están, y ni siquiera se si podrán girar las ruedas". El me dijo: "Yo conozco esta carretera". Entonces salió del auto. NO SE COMO LO HIZO, PERO EN POCOS MOMENTOS ME DI CUENTA QUE ERA UN EXCELENTE DESABOLLADOR. ¿Cómo aprendió esto en una carpintería?
Regresamos al camino y siguió manejando a 100 kilómetros por hora, de nuevo en dirección a la distante ciudad. Yo estaba pasmado de pensar cómo él podía lograr que el auto siguiera corriendo. Así anduvimos por varios días, de hecho, por varias semanas; ahora estábamos haciendo buen tiempo. Me sentía feliz de dejarlo manejar de nuevo... cuando, otra vez más, al dar vuelta a una curva, allí venía otro enorme camión cargadísimo. El camión se dirigía de nuevo hacia nosotros, pero esta vez me dije: "No lleves de nuevo el auto a la cuneta, deja que él siga manejando, déjalo en el asiento del chofer" .
PARA SEGUIR DETERMINADO A DEJARLO EN EL ASIENTO DEL CHOFER, TUVE QUE EMPLEAR MUCHA DISCIPLINA Y FUERZA DE VOLUNTAD. ¿Han oído ustedes decir alguna vez "no te quedes ahí, haz algo"? Bueno, esto era exactamente lo opuesto: "No hagas nada, QUÉDATE SENTADO DONDE ESTAS".
Descubrí que la batalla más fuerte que tenía que librar era la de mantener mis manos fuera del volante. Apretaba el puño, me comía las uñas, me inquietaba en el asiento, cerraba los ojos y los abría de nuevo. Tenía que aguantarme de mi inclinación natural de coger el volante. En cierta ocasión mientras más nos acercábamos a uno de estos camiones, y él iba en el volante, empezó a ir más rápido hasta que íbamos a 120 Km. por hora, derecho hacia el camión. Pero justo en el instante en que parecía que íbamos a chocar, el camión se cayó a la cuneta. NO LO PODÍA CREER. Al instante mire al chofer del camión, y, ¿a que no adivinan quién era?. Tenía puesto un sombrero de copa alta y llevaba a su lado un tenedor de hierro (creo que sería para cargar el heno). Al seguir nuestro camino a una tremenda velocidad, yo quería gritar por la ventanilla: "¡DEBEN CONOCER A MI CHOFER! ¡USTEDES, GENTE, NO SABEN LO QUE ES MANEJAR HASTA QUE VEAN COMO LO HACE MI CHOFER!"
Yo quería gritarle esto a todo el mundo. ¡Pensar que mi chofer podía resolver esta clase de problema!
Seguimos nuestro camino hacia la ciudad distante hasta un día en que ... no se cómo explicarlo. En realidad, no tengo ninguna excusa que presentar. Pero me aburría, me cansaba, quería un cambio. Una de las cosas de las cuales me sentía más cansado era del esfuerzo constante que tenía que hacer para no ocupar el asiento del chofer. Me di cuenta que eso exigía mucha fuerza de mi voluntad PORQUE HABÍA VECES EN QUE YO QUERÍA MANEJAR. Cuando no venían más camiones grandes, yo quería manejar. Después de todo, era mío el TOYOTA. Y entonces un día, al seguir nuestro camino, noté al lado de la carretera un parque de diversiones. Había muchísimas cosas interesantes. Tenía casas de brujas, montaña rusa, trencitos, y muchas cosas por el estilo, así que quería parar y divertirme un poco. PERO YO SABÍA QUE HABÍA UNA SOLA MANERA EN QUE PODRÍA HACERLO. Tenía que pedirle a él el volante y entonces podría hacer lo que quería. Así que le di una palmadita en la espalda y le pregunté : "¿Puedo manejar?" "Por supuesto que sí", me contestó. De hecho, él siempre me dejaba manejar cuando yo quería hacerlo. Nunca se opuso a eso. Yo siempre tenia el poder de elección de coger el volante CADA VEZ QUE QUISIERA. El se quitó del asiento, y yo cogí el volante. Así pude ir más despacio hasta llegar a una velocidad moderada. Puse la señal de doblar a la izquierda y salir de la carretera hacia el parque de diversiones. Llegué a una curva hasta que el auto tropezó con algo y sin darme cuenta de lo que pasaba, lo lancé por un precipicio.
Todo se puso negro, pero cuando volví en sí, herido y golpeado, mirando hacia el cielo, noté que mi amigo estaba todavía a mi lado. De nuevo me dio una palmadita y me pregunto: "¿Quieres que yo siga manejando?" Yo le contesté : "Por cierto que estaba pensando eso mismo". Pero ¿cómo podría él llevar el auto de nuevo a la carretera? El motor estaba destrozado. Pero pronto descubrí que no solamente mi amigo era un excelente desabollador, sino también un excelente mecánico y NO TARDO MUCHO EN PONER EL AUTO DE NUEVO EN LA CARRETERA, y yo estaba contento de que él siguiera manejando .
Seguimos nuestro viaje y un día le dije: "Permíteme manejar. Estoy cansado de estar sentado" . El se quitó y yo cogí el volante. NO VENIA NINGÚN CAMIÓN, todo estaba tranquilo. Lo único que de vez en cuando nos pasaba en dirección a Las Vegas un V.W. y uno que otro Toyota y algunos motociclistas. Y mientras seguíamos nuestro viaje y YO LO ESTABA HACIENDO BASTANTE BIEN, al salir de una curva, ¡otro enorme camión venía! Uno más de la flota. ¿Y SABEN LO QUE ME VINO A LA MENTE? "Has visto como él lo hace, sabes exactamente como él lo ha hecho, no hay razón para que no puedas hacer precisamente lo mismo". ASÍ QUE APRETÉ EL ACELERADOR HASTA LLEGAR A LOS 120 KILÓMETROS POR HORA y dirigí el volante derechito al enorme camión. El quiso llamar mi atención pero yo no le hice caso. Si él lo había podido lograr, yo también lo lograría. YA SABEN LO QUE PASO. Hubo un tremendo choque. Yo hubiera perdido la vida si no hubiera sido porque él seguía en el auto conmigo. Así que tomé la determinación de invitarlo a que se quedara conmigo en el auto todos los días, cada día, todo el tiempo. Pero aún así, no podía vencer el deseo de seguir cogiendo el volante.
De nuevo, después del choque de frente, él arregló el auto, y de nuevo nos encontrábamos en nuestro camino, y poco a poco empecé a aprender a sentirme satisfecho de dejarlo al mando cuando venía algún camión al doblar una curva, y aprendí a quedarme donde me correspondía. Y si por alguna casualidad me encontraba alguna vez en el asiento del chofer y veía venir uno de esos enormes camiones, siempre me deslizaba a un lado y dejaba que él cogiera el volante.
Por eso siempre que venía un camión, él era el que estaba al volante. Pero yo tenía la sensación de que podía manejar los V.W. y hasta las motocicletas, pero entonces descubrí que los V.W., los autos pequeños y las motocicletas eran tan peligrosas como los grandes camiones. Y así seguía la vida. Poco a poco seguimos yendo por la carretera hasta que llegamos a una encrucijada. La carretera de la izquierda guiaba a un puente que conducía a un hermoso parque con piscinas y los jardines más lindos que había visto en mi vida. A la derecha conducía a un camino sucio, lleno de huecos, HUECOS ENORMES que se veían por todas partes alrededor de la montaña.
¡Se imaginan la carretera que él escogió? Pues la carretera con los huecos. Yo le dije: "¿Sabes a dónde vamos, verdad?" "Si, ya he andado por este camino". "¿Viste la otra carretera a dónde lleva?" "Si". "¿Estás seguro que sabes a dónde vamos?" "Si". Así que me quedé en mi asiento y nos dirigimos a ese camino y cuando estábamos ya subiendo la montaña y habiendo él tenido cuidado de no caer en uno de esos tremendos huecos, miré para atrás y pude ver algo al otro lado del hermoso jardín - enormes bocanadas de humo que salían de camiones quemados, cargados de heno.
Entonces me dije a mí mismo: "Sí, el sabe dónde va. EL SABE". Y mientras más nos acercábamos al tope de la montaña, más se iba viendo una hermosa luz, una luz gloriosa que se reflejaba del otro lado de la montaña. Y tuve la sensación de que esa brillante luz provenía de la ciudad distante. Apenas puedo contenerme para ver lo que hay al otro lado de la montaña. ¿Y tu?
Métodos para Enseñar C
DOS BURROS PERDIDOS, por Dennis N. Carlson Dos burros perdidos andaban desorientados por un campo y un bosque hasta que fueron encontrados una mañana por dos campesinos de las cercanías. Cada campesino cogió un burro, lo condujo a su parcela y lo enganchó a un carretón de manzanas. Era la época de la cosecha y los burros no hubieran encontrado una época mejor.
Ahora, hasta este punto, la suerte de los dos burros había sido idéntica. Se habían perdido, habían sido encontrados y tenían un trabajo que hacer. Pero la forma en que los dos campesinos motivaron a sus respectivos burros a arrastrar un carretón de manzanas fue bastante diferente.
El primer campesino animó al burro atando una manzana grande, roja y deliciosa a una cuerda, y la cuerda a una vara larga. Entonces él se sentaba en el carretón y balanceaba la manzana frente al burro hambriento pero no dejaba que la alcanzara. Por supuesto, el burro podía ver el valor de la manzana y casi podía saborear su jugo delicioso. Y en su esfuerzo por alcanzar la manzana, se impulsaba hacia adelante y al mismo tiempo tiraba el carretón. Nunca conseguía morder la manzana, pero se esforzaba mucho tratando de alcanzar su blanco.
El otro campesino cogió una hermosa manzana y de pie al lado del burro, éste le iba dando mordiscos. El burro se sentía tan agradecido que tiraba el carretón con gusto dondequiera que el campesino quería ir.
Ahora bien, el primer burro estuvo tratando de alcanzar la manzana por un buen tiempo. Por algún tiempo ambos burros fueron capaces de lograr mucho en lo que se refiere a tirar el carretón. Pero, cerca del mediodía, el primer burro empezó a dudar si alguna vez alcanzaría esa hermosa manzana. Pronto se dio cuenta de la manera en que el campesino la mantenía fuera de su alcance .
Esto le hizo tener pensamientos extraños. Primero, empezó a dudar de que la manzana valía la pena el trabajo que el estaba realizando, si en verdad el campesino estaba planeando dársela al final del día. Así fue que empezó a decirse a sí mismo : "En realidad, es probable que la manzana esté bastante seca y sin buen gusto". Pero estaba agradecido del campesino por haberle dado algún trabajo que hacer, así que pretendió por un rato que quería la manzana, mientras seguía tirando el carretón.
Estas dudas le quitaban bastante energía, empezó a dudar si en realidad él había sido creado para tirar carretones de manzanas. Cuando empezó a ir más despacio y a dar traspiés, el campesino hacía brillar de nuevo la manzana para convencer al burro de lo estupendo que sería atrapar la manzana. El burro, así motivado, se esforzaba hacia su blanco inalcanzable y por lo tanto, tiraba el carretón.
Cerca del final del día, el pobre burro hambriento no pudo seguir tirando el carretón, a pesar de los golpes y las amenazas del campesino. Y cuando no pudo seguir, se cayó a la orilla del camino y fue declarado inútil y enviado al retiro obligatorio.
(Copiado de Insight, una revista para la juventud cristiana publicada por los Adventistas del Séptimo Día, c. 1978, Review and Herald Publishing Association, Washington, DC 20012.)
Material de Apoyo : Camino a cristo y Mensaje para los Jòvenes, de E.G. White
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